Por Jorge Daneri (*)
Cuando un liderazgo político viene desapareciendo a una velocidad más que mediática y por lo tanto irresponsable, aparecen nuevos intentos, no pocos, sobre la base de que todo vale, de que lo impensado es pensado y manifestado, con la finalidad de ocupar el espacio político en vaciamiento catastrófico.Yel debate, que parecería no existir aún, es el debate sobre el valor de la idea y sus acciones.
Ya no el debate sobre una ideología, sino sobre el cómo conviven las ideologías conciliables, desde la complejidad de sus identidades, en el marco de la diversidad de una potencial gobernabilidad democrática compartida y amigable.
Y es aquí el terreno más delicado, más finamente necesario hilar con un telar de coherencias multicolores que construyan lo nuevo posible y no revivan aún más, lo peor de lo viejo me animo a decir, temible y olvidando lo mejor del pasado, o de aquellos viejos políticos admirables que esta Nación supo cultivar.
Entonces la reflexión es casi forzosa sobre el valor de las ideas en acción y el pragmatismo. ¿Pueden las ideas políticas en acción —ideología— alguna vez en nuestra tierra ser más que la actividad matemática de jugar en los bordes —parece sin límites— de lo impensado ideológicamente, meses pasados?
Las ideas, ¿pueden ser más exitosas que el pragmatismo cápsula que a los líderes políticos los hace caer en la trampa o la aceptación de más de lo mismo, con tal de llegar supuestamente a su objetivo prioritario, que es ganar o ganar?
Mejor aún, intento: ¿puede ser la idea más fuertemente erotizante en nuestro pueblo para ganarle a la especulación, a la medición pragmática sin límites de más de lo mismo? ¿Será que ya que no tenemos ideas que conmuevan, emocionen y convoquen a los pueblos, más sólo las malas costumbres de los cálculos del salón pre-electoral, donde Maquiavelo sigue reinando por los siglos de los siglos?
¿Se puede avanzar en escenarios donde las gentes con ideas no quieran viajar en el tren del pragmatismo o incluso bajaron en la estación pasada? Y ahora advertir ¿cómo al mismo tren se quieren subir los que ayer dinamitaban sus vías desde los pragmatismos más “neoliberales” y depredadores de la identidad y diversidad productiva y cultural de Argentina o fueron aliados acompañantes de la actual catástrofe?
El diálogo cordial con todos debe ser para complementar las ideas, de que no se está equivocado, en que las mismas deben ganar la batalla a la idea del pragmatismo puro y suicida, que cuando accede al Poder, resulta que perdió las ideas en el camino y desde Cavallo hasta los más magníficos economistas de la diversidad capitalista, no saben luego en qué estación próxima, abandonar el tren, que son algunos millones más de familias pobres para siempre y más territorios multiculturales y biológicos destruidos, también, para siempre.
La batalla es que las ideas ahora puedan triunfar en el mar de la complejidad y la incertidumbre vigente; si no, será una nueva y más grave frustración, expresión desgarradora de la crisis de civilización, donde Tartagal existe desde la muerte y la devastación gracias a los Romero, los Menem, los Solá o los Reutemman, como fue la cuenca del Salado ayer, o será la del Gualeguay mañana, escenarios ricos de todo y para todos en el pasado, territorios destruidos hoy desde la expresión más simplificadora de la vida, el trabajo, la cultura y la producción.
(*) El autor es abogado y miembro de la Coalición Cívica
No hay comentarios:
Publicar un comentario