Por Juventud Coalición Cívica ARI Paraná
Recordar la figura de Eva Duarte de Perón lejos puede ser monopolio de una fuerza política que, profundamente distanciada de su esencia original, la justicia social, hoy está liderada por Néstor Kirchner, alguien que poco se ha caracterizado por la defensa de los más humildes, los trabajadores y los jubilados tal como lo hizo Eva durante su vida; sino que, por el contrario, se ha valido –como nadie- del aparato clientelar estatal para mantener a los pobres en la pobreza y legitimar una situación de desigualdad (además de renegar de su supuesto peronismo mientras fue presidente, aunque esa sea otra historia).
La subordinación a los planes sociales –cuyos montos son irrisorios- que promueve el aparato pejotista, a cambio de un voto o de la asistencia a un acto político, degrada la dignidad de las personas y les quita la esperanza de progreso y movilidad social, obligándolos a conformarse con lo poco que tienen y socavando los vínculos sociales en detrimento de una ciudadanía social y política ampliada, requisito esencial para hablar de “igualdad” en el mundo contemporáneo.
¿Qué diría Evita, si viera hoy, a muchos jefes sindicales viviendo rodeados de lujo y ostentando una riqueza atroz, en vez de defender a sus trabajadores, que muchas veces están muy lejos de cobrar un salario digno que cubra las necesidades de la canasta básica? ¿Qué diría Evita, si viera hoy, a un gobierno que dice aplicar políticas sociales universales –un logro histórico del primer peronismo- pero que no abarca siquiera a la totalidad de las personas pertenecientes a los sectores más desfavorecidos? La asignación por hijo (una copia trucha del proyecto que hace 16 años presentaran Elisa Carrió y Elisa Carca y una bandera histórica de lucha del ARI desde sus inicios) sólo cubre hasta el quinto hijo de una mujer, dejando descubiertos al resto, y lo que es peor, dista de ser efectivamente universal.
Los que se embanderan bajo el mito de Evita “la luchadora y protectora de los humildes” se valen de ello para hacer todo lo contrario: lo convirtieron en una gran industria y maquinaria para reproducir la exclusión y la pobreza, debilitando la dignidad del ser humano. Es un gran éxito sin esfuerzo ya que solo tienen que “aparentar” bajo mentiras sustentadas en la necesidad y la esperanza de la gente.
Algo tienen en claro: que los negocios corruptos y fraudulentos son intocables y el rédito es seguro. Apelan a engañar -bajo el lema de la justa distribución de la riqueza- pero a la vez profundizan la pobreza de los argentinos. A eso están abocados algunos perversos patológicos, que parecen disfrutar del sufrimiento de los que menos tienen. Los obreros fantasean que luchan contra el capital pero siguen inmersos en un sueño idílico del que no quieren despertar. Es difícil aceptar la realidad, y es preferible y cómodo seguir participando de ese círculo perverso y destructivo.
Reconocer el liderazgo y la lucha de Eva como patrimonio de un partido político (el PJ) es un ataque sutil pero certero hacia el corazón y las emociones de los argentinos. Ella, que amaba profundamente a los pobres, que se dirigía en un tono casi maternal hacia sus “descamisados”, ella, la abanderada de los humildes, seguramente hoy renegaría fuertemente de aquellos que dicen ser herederos de su legado. ¿O acaso su sueño verdadero no era liberar a los pobres de la pobreza para convertirlos en ciudadanos de clase media, todos parte de una misma Nación?
La única salida para lograr la libertad es tomar conciencia de este círculo vicioso, darse cuenta de que se gana dignidad no formando parte y decir simplemente no. Esto es posible. Los ideales de Evita no solo son una bandera de unos pocos, sino que están vivos y eternos en el alma de cada argentino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario